Imprimir esta página

¿Macri es feminista?

El inesperado impulso presidencial al debate sobre al aborto y las leyes de paridad genera más interrogantes que certezas
La desición de Mauricio Macri de impulsar la despenalización del aborto y las leyes de paridad de género lo han convertido en un inesperado feminista en las huestes del PRO. Tan inesperado como solitario porque ninguna de sus funcionarias con peso lo acompañan en esta pelea. ¿Es el Presidente en serio feminista o, al menos, defensor de algunas de esta ideas? 
 

por Luis Novaresio

Abogado, periodista y conductor televisivo y radial

 
 

Primera paradoja

 
Ni una sola de las mujeres fuertes de su partido ha militado jamás en este tema. Gabriela Michetti, María Eugenia Vidal, Elisa Carrió o la menos notoria Carmen Polledo se oponen al tratamiento de la Ley de Interrupción del Embarazo, nunca concurrieron activamente a una marcha del Día de la Mujer y miran de reojo el paquete de leyes que atienden al género femenino. Las dos ministras del gabinete se oponen públicamente al aborto: Carolina Stanley desde siempre y Patricia Bullrich como un nuevo giro en su carrera diciendo que el hecho de ser abuela le provocó cambiar su posición de juventud en la que defendía los derechos de las mujeres sobre su cuerpo. Salvo Laura Alonso, más ocupada de demostrar que siendo militante del PRO puede investigar a los militantes del PRO, el resto, públicamente se niega a las propuestas presidenciales.
 
Es cierto que esto no es la primera vez que ocurre. Cristina Kirchner invocó su condición de católica para impedir el debate y su ausencia de acción por las cuestiones de género está puntillosamente descripta en el libro de la entonces senadora K Vilma Ibarra en el interesante libro Cristina versus Cristina en el que se relatan las contradicciones de la ex presidenta. Carlos Menem, el que sólo privilegiaba a las mujeres a la hora de hacerlas ingresar a la Quinta de Olivos para distracciones varias, creó por ley el Día de las Personas por Nacer y lo defendió como emblema de las féminas en el poder a través de María Julia Alsogaray que entendía de feminismo lo mismo que de la limpieza del Riachuelo. 
 
¿Es pantalla de humo testeada en los focus group esta arremetida promujer que se menea en el espacio público? Quizás. La política de hoy en general, y la de Cambiemos en particular, está vaciada de discusiones de principios y minada de encuestas que intentan satisfacer a la carta al electoral cada vez más volátil. Sin embargo, a la hora de debatir democráticamente como se hace en cualquier sistema representativo, la intencionalidad cede ante la sustancia de lo que se discute. Hay que aprovechar el momento. La misma Vilma Ibarra cuenta que su proyecto de matrimonio igualitario (poco recordado pero fue ella y no el bloque K quien redactó la iniciativa) se aprobó más para desairar al entonces cardenal Jorge Bergoglio que para reconocer paridades y derechos. Se aprovechó, entonces, el momento. 
 
Si se votara hoy la despenalización del aborto, la ley no pasaría ni por la Cámara de Diputados. De ser sinceras las voluntades que se expresan públicamente, no hay siquiera 80 votos sobre los 257 que pueden levantar la mano en el recinto. Peor es el Senado. De 72 legisladores, se cuenta en los herméticos pasillos de la Cámara Alta, no se llega a 20 voluntades positivas. 
 
En la reunión partidaria del oficialismo de parque norte del jueves, el clima era de hostilidad a la iniciativa. El autor del proyecto Sergio Wisky, un médico jefe de una terapia de Río Negro, intentó traer argumentos más que opiniones y experiencias más que hipótesis. Relató con la calma que dan los paisajes del Sur lo que ve en los hospitales públicos con las mujeres pobres que mueren o sufren por el aborto clandestino y apenas consiguió la atención del recinto. Cuando fue el turno de la vocera de la oposición de la ideas, Carmen Polledo, ex vicepresidenta de la legislatura porteña y número dos en la lista de Elisa Carrió, levantó una ovación de los presentes. 
 
Los que creen que esto es una distracción lanzada por el Ejecutivo para no debatir la realidad socioeconómica bien podrían ver en este gesto una razón para afirmarlo. En un tema central como este, ni ministros, ni personalidades con peso, ni el propio Presidente lo apoyan, qué otra cosa que un globo de ensayo mediático podría ser. 
 

Los radicales

 
El valioso diputado cordobés Mario Negri lo describió en público. "Ya no podemos invocar la historia pasada para explicar cómo nos va en todo en estos días. Nosotros, con dos años y monedas de gestión, ya somos parte de esa historia". El radical, quien junto con Emilio Monzó, son la llave maestra (en todo sentido) para que el parlamento funcione sin ser un entorpecimiento para el Ejecutivo, se niega a avanzar mucho más a la hora de criticar la marcha de la economía y de la transparencia institucional del gobierno. Es cierto que le pidió con elegancia a Jorge Triaca que se aparte del gabinete y llamó a los funcionarios del gabinete económico a traer su dinero del exterior. Pero no mucho más. Los radicales tienen conciencia de la institucionalidad y de cómo se debate en el comité puertas para adentro.
 
Sin embargo, cuando uno se acerca en off a otros dirigentes de peso ataviados con boina blanca escucha voces que encienden luces de advertencia. Uno de ellos, describió la gestión del presidente Macri como la de un director de empresa fuerte con dos gerentes con don de infalibilidad concedida por Macri y un ejecutor de las decisiones que tiene chequera en blanco de la confianza firmada por el titular del ejecutivo. Los primeros no son otros que Mario Quintana y Gustavo Lopetegui a quienes el radical consultado define como los superministros gerentes generales del Gobierno. El restante, claro, Marcos Peña. "El jefe de gabinete pone el cuerpo, su trabajo y su firma en lo que se está haciendo. Eso es indiscutible. Los otros dos, no", sentenció el hombre del partido de Leandro N Alem. "Los radicales estamos siendo tan responsables del armado de Cambiemos como del no arranque de la economía. Eso no es cosa menor", sentenció. 
 
En la última reunión de gabinete ampliado de la que participaron no sólo los miembros del Ejecutivo sino legisladores de la coalición se escuchó fuerte el reclamo por la inflación y la falta de consumo. Los dos gerentes superministros cortaron de cuajo las dudas y exhibieron un rosario de índices encabezados por la venta de autos y motos. Un radical que sabe que en su provincia se ensamblan muchos automóviles dijo que eso es un crecimiento archipiélago que no se contagia al resto del sector productivo. No hubo rebote de lo planteado. Dicen las malas lenguas que el jefe de diputados PRO Nicolás Massot expresó en público, en un blooper televisivo, lo que creen los dirigentes del partido amarillo. "Nosotros podremos quedarnos 6 o 10 años más en el poder. Y después va a venir el peronismo, reciclado, pero van a venir ellos", dijo el diputado. ¿Y los radicales?, preguntó alguien. La respuesta fue casi de ignorancia salvo para los hombres de la UCR que tomaron nota y lo sumaron a la lista de los reclamos que, parece, se van a hacer escuchar con más sonoridad.