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Contacto mata CV

La frase con la que título esta nota se replica al ritmo vertiginoso de las redes sociales en distintos formatos. Memes, comentarios, posts, todos dan cuenta de un mismo fenómeno: en Argentina pareciera importar mucho menos las experiencias reales de formación y de trabajo, que una robusta agenda de contactos y cierta capacidad de socialización estratégica (por denominar de un modo elegante, a lo que en la jerga suele llamarse lisa y llanamente “rosca”)
 
Por Mauricio Vázquez - Ámbito
 
Horas atrás el gobernador de nuestra provincia, Carlos Verna, confesaba a viva voz y frente a miles de ciudadanos, que los dirigentes políticos siempre caen parados: siempre tienen un cargo, un amigo, una asesoría, un palenque donde rascarse. El problema es la gente, supo decir también, señalando sin sonrojarse siquiera a todos esos que hoy sienten que no importa cuánto se esfuercen, cuanto se capaciten, cuánto hagan por mejorar sus competencias, ya que de todos modos el puesto irá para el que sepa rosquear mejor.
 
Lo dicho hasta este punto no debiera confundir. En años de trabajar en procesos de cambio cultural y eficientización de procesos, he notado que lejos de lo que suele creerse, el amiguismo a la hora de la asignación de puestos laborales, no suele ser prerrogativa exclusiva del sector público. Las empresas también tropiezan con el mismo error.
 
Aristóteles supo decir que somos seres políticos. La acepción correcta de la frase hace menos por señalar una supuesta tendencia a la acción política, que la necesidad natural de estar acompañados por otros. Pero claro, no de todos. En tal sentido, es también casi un fenómeno natural el constituir nuestros entornos inmediatos con aquellos en los que recae de manera más enérgica nuestro cariño o nuestra confianza. Esta suele ser, de hecho, la explicación que dan muchos empresarios a la hora de preguntarles por qué, a pesar de su evidente ineficiencia, tienen a tal familiar ubicado en un puesto estratégico de su estructura. Del mismo modo que un político dirá que tal o cual ministro o secretario, fue elegido por su comprobable lealtad a lo largo de los años, muchos empresarios también priorizan para una vacante laboral, a amigos de amigos o a familiares (propios o de miembros de la estructura), en consideración de criterios que tienen mucho menos que ver con las capacidades reales del empleado, que con su relacionamiento social inmediato.
 
De este modo, desde lo más alto de las estructuras, hasta los zócalos del sistema, pasando por lo público y atravesando también lo estrictamente privado, las habilidades y competencias adquiridas las más de las veces con disciplina y esfuerzo, pierden el partido frente a los círculos de contactos, los lazos de sangre o las simpatías circunstanciales.
 
Desde ya que esta nota no pretende denostar la importancia de la confianza al momento de la elección de quién deberá cubrir un puesto de trabajo. ¿Pero no debiera más esa confianza ser evaluada a posteriori que intentar (vanamente) garantizarla a priori? O desde otro punto de vista, ¿no primará detrás de este tipo de decisiones una incapacidad generalizada por saber liderar a quienes no conocemos o, hasta en casos extremos, a quienes no nos caen en simpatía? ¿No habrá detrás de ciertos fracasos calamitosos de nuestro último tiempo, un sesgo que hace primar al grupo de amigos por sobre los que realmente saben hacer?
 
Para finalizar, quiero señalar tres consecuencias inmediatas de este otro componente de nuestro folklore nacional, del que ninguno de nosotros seguramente ha estado exento alguna vez:
 
 
  • Por un lado, este tipo de elecciones no resultan ni efectivas ni eficientes. Cuando los puestos laborales no son asignados sobre la base de la correspondencia entre oferta y demanda de competencias, el resultado rara vez suele ser óptimo, al mismo tiempo que la señal que se envía al resto de la estructura de trabajo, resulta corrosiva y desmotivante.
  • Por otra parte, este tipo de decisiones no son éticas, ni para con el individuo contratado, a quién se le niega la posibilidad de ganarse su sustento ofreciendo la mejor versión de sí mismo, ni para con el conjunto de todos aquellos otros que ven ninguneados sus esfuerzos, en favor de quienes solo saben qué número de la agenda marcar.
  • Quizá llegue el día en que los argentinos comprendamos que la búsqueda de competitividad no pasa solo por la devaluación sistemática de la moneda, sino también por mañas como estás, y entonces pasemos, entre muchos otros cambios por adquirir, de la mera rosca a la calidad total.

Por Mauricio Vázquez - Ámbito

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